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Abadía de Kylemore, emblema de felicidad efímera

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Abadía de Kylemore, emblema de felicidad efímera

Abadía de Kylemore, emblema de felicidad efímera

Da lo mismo que hayan millones de instantáneas de este lugar, la Abadía de Kylemore es un sitio especial.  Un convento en pie desde 1920, puesto ladrillo a ladrillo sobre las ruinas del castillo de Kylemore. Estamos en  Connemara, condado de Galway, en Irlanda, territorio europeo. Un lugar para el encuentro con la naturaleza.

Los detalles, solo mentarlos, porque cualquiera les dará esa información pormenorizada mejor que yo. Aparte de castillo y abadía, tiene iglesia y también un mausoleo, pero lo más bello son sus jardines, todo el mundo coincide en ello. Por 13 € se puede hacer una visita de más de dos horas por todos los contornos de este bello lugar, iglesia, piedra de los deseos, jardines y bosques. Incluso te permiten entrar en la abadía benedictina, aunque te muestran bien poco.

Emblema de la felicidad efímera

Y es que un día hace mucho tiempo, unos seres humanos creyeron tocar el cielo con los dedos. Cada cual dibuja en su mente su paraíso soñado. Ellos, un matrimonio adinerado de Manchester, consideraron estar en la gloria cuando a mediados del 1800, visitaron los parajes de Connemara. Pronto se enamoraron del lugar, y pronto decidieron cimentar  allí su hogar. Y el señor Mitchell pensó; para una reina un castillo… y cuatro años después estaban viviendo en un lugar de ensueño.

Pero algo paso en la cadena de la vida, porque tan solo cuatro años después la joven reina del castillo murió. La muerte de Margaret dejo paso a otra terrible tragedia, la hija pequeña del matrimonio murió también poco después.

La desdicha agitó duramente sus alas, tan fuerte que ahuyentó al resto de la familia de  Connemara. Abandonaron el castillo, los jardines, el bosque y todas las ilusiones de ser felices en aquel lugar.

Los nuevos dueños descuidaron los jardines y el castillo; no mucho tiempo después lo perdieron. Finalmente Kylemore se convirtió en abadía, y la orden benedictina sigue siendo su actual dueña. Han restaurado sus jardines y el bosque, la orden edificó también la iglesia, todo el terreno es propiedad de las monjas, y son estas las que lo explotan turísticamente. Un bello lugar con historia propia.

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