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Autoexigencia y perfeccionismo: el «no estar a la altura»

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Está claro que, como dice el dicho “todo lo exagerado es malo”. Hoy hablaremos en la Mirilla de la autoexigencia, que por definición tiene muchas connotaciones positivas. Sin embargo, llevada a extremos, puede ser la causa de que vivamos en un estado permanente de insatisfacción e incluso frustración. Veamos algunos tips sobre ella.

Atrapado en las redes de la autoexigencia

Como hemos dicho, a la autoexigencia se le suele dar cierto matiz positivo en tanto en cuanto se relaciona con el esfuerzo, la voluntad, la constancia y la perseverancia dirigidas a lograr alguna meta que deseamos conseguir. En muchas ocasiones incluso, nos ayuda a crecer y a superar retos.

Sin embargo, este concepto oculta una cara B totalmente opuesta cuando se hace de la autoexigencia un patrón cuasi normal de comportamiento y le añadimos ciertas cantidades de estrés, de ansiedad, de baja autoestima, de sensación de “no valer o no estar a la altura”… Patrón que por lo general acaba generando problemas reales de salud.

El ritmo de vida que llevamos actualmente lejos de ayudar contribuye a potenciar la disfunción de esa autoexigencia. Nos vemos arrastrados por la ola del materialismo y del culto al individualismo, y si no tenemos claros cuales son nuestros propios límites y hasta dónde podemos llegar, esa exigencia puede convertirse en insatisfacción permanente, con nosotros mismos, pero también con los demás.

Muchas veces nos dicen “tienes que superarte”, “tienes que ser el mejor”, “tienes un talento que debes explotar”, … Y eso sin hablar de las odiosas comparaciones constantes con modelos que no son reales y que acaban frustrándonos. La cosa es que, efectivamente, tenemos capacidades y aptitudes que, si las canalizamos bien, pueden traer felicidad a nuestras vidas. Sin embargo, si el nivel de exigencia no es equilibrada ni funcional, en vez de hacernos feliz, nos puede sumir en las redes de la frustración constante, porque nos hará sentir que vamos tras una meta que parece ir siempre por delante nuestro unos cuantos kilómetros.

El “no estar a la altura”

Tener objetivos, querer crecer y superarse, en realidad es algo bueno. Sin embargo, cuando la autoexigencia que deriva de ahí no se fundamenta en deseos propios, sino en las expectativas de los otros, en comparaciones o en el temor a la valoración que nos hagan los demás, estamos perdidos.

El sentir que “no estás a la altura” deriva con toda probabilidad de un problema con la gestión de las emociones, concretamente referido al miedo, la autoestima y a la inseguridad. Si aprendes a entenderlas y a gestionarlas para que actúen a tu favor, te ayuden a exigirte lo que realmente puedes, y con ello te ayuden a crecer, cambiará e plano ese sentimiento.

Algunos tips para combatir la autoexigencia

  1. Define unos objetivos realistas y planifícalos escalonadamente, de forma que cada paso suponga un reto realista también, que te motive, y no tan grande que te hunda si no lo consigues. Es decir, no te centres tanto en los resultados, sino en el camino para llegar a ellos.
  2. Concreta esos objetivos en función de tus propias capacidades y recursos. Centrándote en ti mismo, no en “ideales” perfectos
  3. No quieras ser como otros, ni te compares peyorativamente con ellos. Busca en la gente que admiras, inspiración, aprendizaje y conocimiento para aderezar tu propio camino.
  4. Prémiate cada vez que consigas un logro. Date un capricho, haz algo que te guste o te apasione,…
  5. Automotívate de forma realista, resaltando tus capacidades reales. No te hagas elogios exagerados que ni tu te crees.
  6. Si no consigues algo o no puedes cumplir alguna tarea que te has fijado, no te culpes. Muchas veces todo no depende de nosotros. Hay agentes externos que no podemos controlar.
  7. Errare humanum est”. Equivocarse es innato al ser humano pero a la vez uno de los mejores aprendizajes. No te castigues por tus equivocaciones sino en lo que puedes extraer de ellos. Los errores son parte del camino.

 

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