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Citas raras de First Dates encuentros que me impactaron

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Citas raras de First Dates: encuentros que me impactaron

Las citas raras de First Dates son tantas que opté por elegir unas cuantas que, a mi parecer, se salen de madre. Este programa siempre me ha inquietado un poco. Es como si algo me empujara a mirar más de cerca: un impacto suave, pero profundo, como cuando algo no encaja del todo y, sin embargo, te atrapa.

Y sí, parte de la magia —o del desconcierto, según se mirela provoca Carlos Sobera, con esa mezcla suya de calma y picardía. La otra buena parte la aportan las personas que participan  y abren las ventanas de su intimidad un ratito.

Ese hombre, el presentador Carlos Sobera, se planta en la puerta del restaurante con una sonrisa que parece sincera, incluso cuando sabes que ha grabado un puñado de programas en unos pocos días. Observa, mide, suelta una broma fina que aterriza en el aire como pluma, pero que lleva intensión… Tiene un arte muy fino para ver a través de las personas, tantearlas sin invadirlas, sin más allá ni más acá.
A veces parece un camarero filósofo y poeta. Otras, un psicólogo con pajarita y chaqué. La mayoría de las veces alguien que sabe mucho de sentimientos y que atisba lo que realmente andan buscando los que se vienen a cenar. La mayoría busca compañía, emoción, magia, amor… por qué no, un milagro, un buen rato. O simplemente, cuando se sientan en aquella mesa, no saben bien ni como llegaron allí.

First Dates es un universo extraño donde lo humano sale sin maquillaje

Es ese tipo de programa que una parte de mí quiere cerrar porque me incomoda, porque veo cosas que me hacen arquear la ceja, porque siento la vergüenza ajena como un puñal; pero la otra parte —la auténtica, la curiosa, la que no miente— la que se queda pegada a la pantalla escudriñando en las vidas ajenas, sorprendida con lo que ve. Confirmando que las personas no tenemos techo.
No sé si es morbo, necesidad de entender a la gente, de entenderme a mí, o puro cotilleo emocional, pero hay algo en ese restaurante que engancha. Quizás porque allí no se disfraza nada; y si se disfraza, al momento se le cae la máscara. Miradas nerviosas, silencios incómodos, momentos de química repentina. No se disfrazan ni los desastres afectivos que una no querría vivir ni en sueños.

Y entre todas esas montañas rusas emocionales hay un montón de citas raras de First Dates que impactan, o como poco nos muestra aspectos humanos que no son al uso, pero son muy humanos. Algunas me hicieron reír, otras me incomodaron, y otras aún no las he filtrado del todo.

1. En citas raras de First Dates: Ángel y Xiomara, un duelo que trajo mala sombra

Las citas raras de First Dates tienen niveles… pero esta, la de Ángel y Xiomara, fue otra categoría, otro universo sideral. No sé si me hago entender. Sí, verán, cuando uno va a un lugar las pautas básicas de comportamiento deberían fluir, en esta cita, nada más lejos.
La primera vez que la vi, sentí que la tele estaba a punto de romperse, como un vaso de esos finos como hoja de nísperero seca. O quizá eso era lo que yo quería, para que se acabara de una vez aquella sinrazón.

La cosa empieza «más o menos normal», o no, pero en segundos la cita se convierte en un ring emocional: él lanzando comentarios pasivoagresivos, ella esquivando balas con una dignidad y una paciencia, que ya quisiera yo para mí. 
Y yo, desde mi casa, con la ceja levantada, en shock y perplejidad, pensando:
“Yo no estoy viendo una cita de First Dates… con toda seguridad, en cualquier momento dice Sobera que es una cámara oculta.”

Sobera, santo varón, los miraba con esa cara suya de “esto se me va de las manos, pero yo aguanto”. 
Y aguantó… hasta que no se podía más, porque los techos se hicieron para algo, aunque ese muchacho crea que están para traspasarlos como si nada.

Xiomara explotó —y con razón— después del enésimo golpe verbal del tipo, la joven dijo basta; para mi gusto, se pasó de «aguantadora».
Carlos tuvo que intervenir, separar, calmar, respirar hondo.
Yo terminé con un nudo en el estómago y un alivio como raro: sé que ella frenó la sinrazón, pero también me recuerda que en este mundo hay de todo, como en botica. 

Una cita rara, incómoda, desagradable, pero necesaria para recordarnos que nadie merece aguantar faltas de respeto, nadie a nadie, digo.

2. Med y Luisa, mal royo y una tensión espesa que cortaba el aire

Esta cita me hizo sudar las manos, «madre mía, esta cita 🤦‍♀️. La energía entre Med y Luisa estaba desconectada desde mucho antes de encontrarse. Nada más empezar se sentía como respirar dentro de un globo desinflado.
No había química, ni risas, ni ganas. Solo una gran incomodidad, bueno, también se podía observar una gran falta de respeto… y hasta  intensos ramalazos de racismo, misoginia, desidia… pero solo un poco.

Luisa intentaba mantener la compostura como una dama, yo alucinaba con el aguante de la chica.
Med, sin filtro, lanzaba comentarios secos, bruscos, duros. La minaba sin descanso para que la muchacha no pudiera ni pensar. Es como cuando te tropiezas y remontas pero no del todo, y estás más preocupado en no caerte que en equilibrar el cuerpo. Y ahí iba ella, salvando la batería de preguntas y comentarios desagradables, sin tino, opiniones que nadie le pedía, un auténtico bocachancla, campeón de campeones. 
Ella lo resumió mejor que nadie:
“Esto no es autoestima alta… esto es ser un engreído.”

Yo, desde mi sofá, rogando:
“Por favor, que la muchacha se levante y se largue. Carlitos, haz algo.”

Pero no. La cosa seguía, minuto tras minuto, con él erosionando y ella intentando no perder la compostura. Una de las citas raras de First Dates más tensa, insoportable e interminable que yo recuerde.

3. Rosa y José Manuel, cuando el silencio dice más que la cita

La cita entre Rosa (38) y José Manuel (42) fue una montaña rusa emocional, pero como todo muy suave… eso sí, rara. Muy rara 🤔.
La incluyo dentro de las citas raras de First Dates, porque lo que pasó fue extraño, triste y casi poético.

Rosa entró tímida, casi pidiendo permiso a la vida. José Manuel, al contrario, llegó con ganas: amable, simpático, atento. Pero no había chispa. Ni electricidad. Bueno, no había ni el calor que da una vela encendida.

La conversación iba y venía sin fuerza. Él intentando animar la cosa. Ella con la cabeza en otro continente. Hasta que sonó su móvil, el de ella digo. Y ahí, en ese momento, seguro, ya apalabrado, ahí se rompió el hilo, si es que lo había.

Rosa lo miró como si fuera una salida de emergencia. Se levantó, soltó una excusa floja… y se fue. Así. Nada de despedirse bien. Sin cerrar. Cero explicación. José Manuel se quedó de piedra. Y yo también, la gente a veces no calibramos bien el alcance de nuestras acciones. 

Sobera cerró con una reflexión preciosa:
Que irse es válido… pero irse sin decir nada deja un frío innecesario.
Una cita rara, elegante… y tristona.

4. Pablo y Valérie, vanidad y materialismo y cero corazón

Aquí sí que entramos en la categoría de citas raras de First Dates, pero de las que te dejan pensando durante horas.
Pablo (42) llegó al restaurante como si viniera a cerrar una operación inmobiliaria, no a conocer a alguien. El hombre se presentó como un catálogo de lujo andante: tierras, animales, casas, rentas, hectáreas, viajes, negocios…
Todo era dinero, dinero y más dinero. Si hubiese podido sacar un gráfico de barras para explicarlo, lo sacaba el muchacho.

Valérie (39), francesa, fina, elegante y con más mundo que un mapa, lo escuchaba con esa mezcla de educación y desconexión mental.
Por dentro estaba contando hasta diez para no decirle que bajara del pedestal.
Y es que Pablo soltaba frases de esas que te dejan helada, como:
“Todo el mundo tiene un precio.”… eso no se dice.

Van a First Dates para ponerse en ridículo a la fuerza

A medida que avanzaba la cena, era evidente que Valérie ya había hecho su análisis psicológico completo: mucho billete, mucho ego, muy poca emoción. Creo que Pablo confundía estabilidad económica con éxito sentimental.

Ella, con su calma francesa y su ironía fina, intentaba reconducir el encuentro hacia algo más humano, más sensato. Pero Pablo volvía una y otra vez a su discurso de poder adquisitivo. Era como intentar hablar de arte con alguien que solo quiere contarte cuántos metros cuadrados tiene su garaje.

La mesa parecía un escaparate de bienes materiales… pero de sentimientos, poquito.
Entre ellos no había chispa ni aunque les acercaras dos cables pelados.

Y claro, el final fue evidente: cero chispa, cero interés, cero futuro. La cartera muy llena, sí… pero la mesa —y el corazón— muy vacíos.

Si el amor fuera una subasta, quizás Pablo tendría ventaja.
Pero en la vida real, donde lo que cuenta es la vibración, la ternura y la capacidad de mirar a la otra persona sin filtros…
Valérie, tan intensa ella,  se dio cuenta de que aquello no era lo que buscaba.
Y yo, sinceramente, también creo que no era.

5. Edison y Andrea, un choque de egos, inseguridades y cero química, otra cita de las raras en First Dates

Esta cita siempre la recordaré porque aquí nadie tenía la razón completa… ni la culpa entera. Aquí lo que se dió fueron dos personas que llegaron cargaditas de expectativas, miedos, orgullo, y claro… cuando juntas dos temperamentos fuertes sin conexión, aquello no fluye, explota.

Edison entró con seguridad —quizá demasiada— llevando una cajita que él mismo describía como “un regalo íntimo, de estos que se controlan con el móvil”. Yo lo vi y pensé:
“Mi niño… ¿Tú entiendes lo que es una primera cita? ¿O vienes de otro planeta?”🙄

Pero ojo: él no abrió la caja, ni se la dio, ni pasó nada explícito.
La tenía ahí como símbolo, sí, pero fue más un gesto torpe que una maldad. Qué va… En realidad no se la dio porque no le gusto de entrada😌…

Andrea, por su parte, entró con carácter fuerte, mirada afilada y esa actitud de mujer que no se deja pisar ni medio centímetro. Bien por ella… pero también venía muy intensa, «hiperalerta», como si algo ya la molestara desde antes.

Desde el primer cruce de frases se notó el lío:

  • Él suelta que le gustan las mujeres “más jóvenes” o con “ciertos rasgos”.

  • Ella le dispara comentarios asunto del chaleco, la pose, ese aire de “sobrado”.

  • Él comenta cosas que no ayudan (ni suavizan).

  • Ella va subiendo de tono porque se siente poco valorada y mal mirada.

Ni ángeles ni demonios, personas

Aquí nadie era angelito, ni diablo tampoco.
Fue un toma y daca emocional, no un monólogo de él ni un ataque solo de ella.
Los dos, a su manera, se hirieron mutuamente, aunque sin gritos.

La tensión fue creciendo como globo inflado:
comentarios cruzados, caras largas, silencios duros, una incomodidad que se podía cortar con machete.
Él se defendía como podía; ella reaccionaba desde el cansancio y la dignidad tocada.

Y cuando ya no había nada que rascar, Andrea decidió levantarse y poner punto final.
Ni rabieta, ni drama: simplemente “hasta aquí hemos llegado, esto no tiene sentido”.

La cajita quedó en la mesa —sí— como símbolo de lo poco que encajaron. Me hubiera gustado ver la cara de ella si él le da la caja.
Una historia que no arrancó, no avanzó y no tenía final feliz previsto.

6.Luis (70) y Paqui (71), dos septuagenarios que llegaron con historia… y la liaron más todavía

Mira, esta cita yo la vi y dije: “Ay madre, ponte cómoda, que esto viene calentito.” Porque Luis y Paqui no entraron como dos almas desconocidas buscando amor; no, no… entraron con factura pendiente, con esa historia mal rematada que huele a problemas nada más abrir la puerta.

Paqui lo vio y, sin filtro ni paracetamol, soltó lo que llevaba años guardado:
“A mí este hombre siempre me pareció un fantasma.”
Y yo ahí, tragando saliva y pensando: “Muchacha, ¡pero espérate a sentarte por lo menos!” …qué ignorante yo, porque la mujer conocía muy bien al tipo🤨.

Sobera, pobre hombre, se puso en modo zen intentando suavizar aquello, pero ya te digo yo que ni incienso ni yoga, ni un coro de ángeles arreglaba ese aire congelado.

Durante la cena Paqui estuvo clarísima, cristalina, transparente como el agua de un charco recién llovido: no lo soporta, no lo quiere cerca y ni por cortesía se lo iba a callar.
Remató con la frase que me dejó doblada en el sofá:
“Tengo mucho amor que dar… pero a él no. Preferiría morirme antes.”
Y yo gritando: “¡Paqui, por Dios, pero suavízame eso, aunque sea un poquito!”

Desde de First Date lo mejor de cada casa

Luis, por su parte, en vez de recogerse, se vino arriba con la filosofía barata: que si el alma, que si la esencia, que si la energía interior…
Y yo pensando: “Luis, mi niño, ahora no es el momento del coaching.”
Paqui lo miraba como quien escucha la radio mal sintonizada: con cero intención de creerse nada.

El final fue un funeral emocional sin flores:
ni segunda cita, ni un “ya veremos”, ni respeto suficiente para disimular.
Solo un rencor viejito, de esos que se estiran con los años… y que explotó en directo.

Una cita dura de ver… y peor de vivir.
Pero eso sí, la televisión no hace magia, hay cosas que no te la arregla ni el mejor guionista.

7. Aleks (26) y Gabriel (21), la cita donde había más móviles que química

Mira, esta cita fue como sentarse a ver dos pavos reales desplegando plumas con el ego cargado al 80 %.
Aleks (26) y Gabriel (21) llegaron a First Dates no para conocerse…
sino para grabar contenido, presumir de seguidores y ver quién brillaba más bajo la luz del ring.

Desde que cruzaron la puerta tenían los móviles grabando todo:
la silla, el menú, la entrada, el camarero, el vaso de agua…
Yo pensé:
“¿Pero estos dos pipiolos vinieron a ligar o a hacer un vlog de media hora?”

La conversación fue un pulso constante:
quién tiene más seguidores, quién hace mejores vídeos, quién tiene más alcance, quién monetiza mejor…
Era como ver una batalla de algoritmos.
A veces parecía que hablaban entre ellos; otras veces, que le hablaban al móvil.
Y lo mejor: ninguno cedía un milímetro.

Eso sí, hubo momentos divertidos, porque cuando se juntan dos personas con ego digital, saltan chispas… pero de las que queman la batería.

En la decisión final, la cosa quedó clarísima: eran dos planetas distintos orbitando su propio TikTok. Ni química ni tensión, ni atracción. Solo contenido sin editar.

Y yo, desde mi sofá, diciendo:
“Mi niño… por lo menos apaguen el móvil para la despedida, que la vida también tiene modo avión.”

8. Más citas raras en First Dates: Jota y Milena, olores, ego y “menos lobos, Caperucita”

La cita de Jota (José, 27) y Milena (24) fue de esas que ves y piensas: “aquí se han sentado dos personas que no viven en el mismo planeta”.
Él llega vendiéndose fuerte: ex Míster Belleza, exmodelo, trabaja de camarero los fines de semana y hace directos en TikTok entre semana. Vamos, muy de gustarse y de que lo miren.

Milena, gaditana, entra con otra película: ella es de olores y sensaciones. Y lo que siente al verle no le gusta nada. No le convence ni el olor ni la vibra. Cuando Jota le pregunta qué le ha parecido a primera vista, ella se frena, pero piensa (y luego lo dice) que lo mínimo para una cita es asearse y oler bien. Ahí ya sabes que la cosa va cuesta abajo.

Cuando la cosa no entra por el olor, difícil

Durante la cena, Jota sigue con su currículum: que si fue míster, que si TikTok le da dinero, que si en la cama es tranquilo menos cuando toca… Ella, mientras, va acumulando dudas: no le hace gracia lo de tiktoker, dice que “todo lo que sube, baja” y que un día te quedas sin trabajo, y el rollito de “soy un fiera” no le impresiona nada. Cuando ella suelta que en la cama es “una fiera”, él responde con el famoso “menos lobos, Caperucita”. Ahí ya yo en el sofá dije: “vale, la cita está oficialmente perdida”.

En el reservado bailan, pero separados, cada uno en su nube. Besito en la frente, cero chispas, cero calentura emocional. En la decisión final, los dos dicen que no: él, que es un pivonazo pero fría y sin feeling; ella, que no ha habido comunicación… y remata diciendo que fue él quien no ha parado de hablar todo el rato.

Al final, una de esas citas raras de First Dates donde no hay malos malísimos ni buenas buenísimas, pero sí dos egos, mucho postureo y cero conexión real. Y yo, como siempre, tomando nota: a veces el olor y la actitud dicen más que todo el TikTok del mundo.

9.Pepa y Víctor, la cita que demuestra que la mala educación también se sienta a cenar

Mira, esta cita debería venir con advertencia de “peligro, puede provocar arcadas emocionales”.
Pepa (35) una periodista de Valencia, es una muchacha normal, educada, simpática, buscando una experiencia bonita llega ilusionada. Y luego aparece él. Víctor (30) un informático de Madrid, una mezcla rara entre pasotismo, desgana, malos modales. Lo primero que le suelta a Pepa es un silencio muy incómodo,  seguido de; » a mí no me gustan las chicas morenas». 

Desde el segundo uno ya se notaba que no le gustó lo que vio, pero en vez de decirlo con elegancia, pues no… él decide castigarnos a todos con la peor de las actitudes.

Acto 1:
Saca el móvil y lo pone sobre la mesa como si estuviera en la cola de un banco, no en una cita.
Acto 2:
Ella pregunta algo amable. Él responde con cortes sin anestesia y una risita seca, de esas que te dan ganas de mirar para otro lado.
Acto 3:
Desprecia beber de su vaso, como si la muchacha fuese contagiosa.
Acto 4:
La mira de arriba abajo con ese gesto que dice más que mil palabras: “contigo no”.

Caída libre en First Dates

Pepa, que tiene más paciencia que un santo, va intentando reconducir aquello. Sonríe, busca temas, respira hondo. Pero él en su nube, cruzado, incómodo, prepotente. Soltando sandeces…
La cita parecía una tortura medieval disfrazada de cena moderna.

Y claro… llega el momento de “hasta aquí llegó la riada”.
Pepa se levanta, respira como quien suelta un peso que no es de este mundo y dice, en esencia:

“Yo esto no lo aguanto más.”

Y se marcha.
Sin gritar, sin humillar, sin montar un circo.
Con la elegancia que él no tuvo ni por asomo, donde remata el final como buen bocachancla.

Víctor se queda allí, igual de inexpresivo que al llegar, como si alguien le hubiera desconectado el cable del alma.
Sobera, testigo de mil dramas, se mordió la lengua para no decirle lo que todas estábamos pensando.

Mira… este tipo de citas te recuerdan por qué First Dates engancha: no es por el amor, ni por los corazones, ni por las velas. Es porque te enseña la verdad pura y dura: hay gente maravillosa como Pepa,
y hay gente como Víctor… y mejor encontrarla en la tele que en la vida real.

Lo que estas citas raras de First Dates me dejan en el alma

Al final, estas citas raras de First Dates no son solo tele ligera ni entretenimiento vacío. Para mí son espejitos de feria donde se refleja lo mejor y lo peor de la gente. A veces nos devuelven un reflejo deformado, otras veces uno brutal, otras uno que nos conmueve sin avisar. Pero siempre, siempre, son espejos.

Cuando yo me siento a verlas —y luego a escribirlas para ti, para usted— lo que veo no es solo una cita incómoda o un drama improvisado. Veo a personas mostrando sus lados más vulnerables:
ese miedo a no gustar,
aquel deseo de encajar,
el ego que patalea,
las heridas que todavía escuecen,
las expectativas que se derrumban,
y ese anhelo que llevamos todos por dentro:
ser vistos, ser queridos, ser respetados.

Ser Humano en estado puro

First Dates exagera, sí.
A veces irrita, a veces fascina, a veces te hace gritarle a la pantalla:
“¡Pero niña, sal de ahí YA!”
Y otras te deja pensando, como quien se mira en un charco claro.

Pero lejos de lo que parece, nos recuerda algo importantísimo:
que el amor no sigue un guion,
que la conexión no se improvisa,
que el respeto no es negociable,
y que cuando alguien te muestra bien clarita su verdadera cara…
lo más sano es agradecer la información y seguir caminando.


Y ahora, si les parece… seguimos construyendo 

Si alguna de estas historias te removió, te hizo reír, o te dejó con la ceja levantada, perfecto. Eso significa que viven, que sienten, que no se han desconectado de lo humano. Y que, como yo, siguen apostando por lo bueno aunque a veces toque ver lo malo.

Déjame tus comentarios, para mí son importantes. Comenta qué caso te impactó más, qué opinas de los programas que ponen al ser humano al desnudo en sus maneras.

Gracias por estar ahí. 

 

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