Lalibela tan cerca de la tierra como del cielo
Lalibela tan cerca de la tierra como del cielo
Fue Francisco Álvarez, un cura portugués de misión, quien redescubrió para el mundo en 1521 este «mágico» enclave. Hablamos de Lalibela: un conjunto arquitectónico espectacular de iglesias rupestres al norte de Etiopía. Lalibela un lugar de ensueño tan cerca de la tierra como del cielo.
Para los cristianos ortodoxos etíopes es una Ciudad Santa. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1978, y se atribuye al Rey Lalibela cerca del año 1200 d.C.
Lalibela arquitectura en roca viva
Lalibela está formada por un complejo de Iglesias excavadas en roca viva. Los templos se suceden ladera abajo siguiendo el perfil de la colada de lava en la que están incrustadas. Se trata de una maravilla arquitectónica que ha permanecido oculta durante siglos. Sin embargo siguen en activo como el primer día. Y es que siguen conservando los mismos ritos, plegarias y salmodias que tenían lugar en aquella época.
Las iglesias están talladas en bloques únicos, sin ladrillos ni argamasa; todas diferentes en forma y estilo. Unas están construidas en cuevas, otras excavadas en la roca y otras son monolíticas (talladas en la roca en una sola pieza y separada por trincheras a su alrededor…). Y todas ellas están conectadas entre sí por túneles subterráneos o estrechos pasadizos…
Yo no entiendo mucho de arquitectura, pero me es fácil imaginar a aquellos hombres abriendo un hueco en la tierra de unos 25 metros de profundidad, para luego desde abajo excavar y tallar las iglesias por dentro con sus puertas, sus ventanas, sus capiteles y sus arcos, a mano y con las herramientas más rudimentarias. No deja de sorprenderme el ser humano…
De hecho, podremos ver miles de fotos y vídeos del lugar, pero nunca serán capaz de retratar la fascinación de un sitio como éste. Y no sólo por lo espectacular de su arquitectura, sino también por su ubicación, por sus vistas de las montañas, por el silencio, por la tranquilidad, la amabilidad de sus gentes, el apenas trasiego de turistas… todo ello lo convierten en un exquisito remanso de paz digno de visitar y vivir…
No en vano, aquel capellán portugués que las redescubrió, ante el temor de que no creyesen las maravillas que había visto escribió: “No quiero escribir más sobre estas obras, porque temo que, si escribo más, nadie más me va a creer…Pero juro delante de Dios, en cuyas manos estoy, que todo lo que escribí es verdad y que la verdad es mucho más de lo que he escrito”.