Santiguadora canaria una curandera desde la fe
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Conocimientos y creencias, manejos de una santiguadora curandera canaria.
Las curanderas ejercían de médicos de familia y de psicólogos, entre otras muchas labores, trabajaban además hasta, casi, el día de su muerte ya muy mayores. La creencia popular de cada cultura puede más que la medicina incluso. Hubo un tiempo en que no había mucha cosa para curarse, o había muy poco, ese fue el tiempo de las curanderas y los curanderos. Personajes tan importantes en una época y tan en desuso en otra. Aunque cabe decir que ahora existe otro tipo de “curanderismo” y de personas que ejercen esta labor, que en su día fue cultura popular, y ahora es más otra cosa. Santiguadora canaria una curandera trabajando desde la fe.
Era la curandera de La Laguna, la llamaban todos Seña Lugina
A Doña Eloísa Expósito Mendoza, la curandera de La Laguna, la llamaban todos Seña Lugina. A mí me contaban que había nacido antes de la última década del 1800, lo que sí es seguro que murió en el 1980, mi madre y mi abuela la conocieron, ellas me lo contaron.
Seña Lugina no fue a la escuela porque no había tiempo para eso, y desde que supo fregar un cacharro, la ocuparon como sirvienta en Santa Cruz. Fue compañera de mi abuela Leocadia en las historias de lecheras, ya siendo una mujer. También aprendió a ser santiguadora, y es que tenía poderes sobrenaturales, dotes para curar.
Tenía poderes sobrenaturales, dotes para curar y para ayudar.
Doña Eloisa aprendió bien, hacía de todo. Ayudaba en partos, como su homónima Madalena que hacía la misma labor por tierras de Tejina, Tegueste, Valle de Guerra y toda la comarca… Se encargaban, las nombradas y otras más, de ir a las casas de las parturientas y asistirlas en el nacimiento, con agua tibia y paños limpios.
También era «hierbera«, la mujer echaba mano de infinidad de hierbas para multitud de remedios. Para el susto, el empacho, el mal de ojo… Para cualquier enfermedad; pulmonía, reumas, catarros, mal de estómago, mal del riñón, y suma y sigue, para cada cosa un remedio, una tisana, un emplasto…
Y aparte de ser también madre, esposa, agricultora, ganadera, artesana, que de todo tenían que hacer las mujeres… Seña Lugina era santiguadora, es decir, curaba con rezos elevados a los santos, al propio Dios, iconos todos del culto cristiano. Y miren, curaban, en la mayoría de casos estas santiguadoras, «hierberas«*, mujeres increíbles, curaban los males de sus vecinos, de todo aquel que las acudía.
Curaban por la voluntad
El ser humano necesita muchas santiguadoras, pero muchas, muchas, porque lo que hacía doña Lugina básicamente, era restablecer el bienestar en el que acudía a ella con fe. Con la fe del que la requería y con la fe que ella tenía. Y ambos compartiendo la misma fe ciega en ser curados y en curar.
Y es que las enfermedades psicosomáticas, tan peligrosas ellas, son cada vez más abundantes en esta sociedad tan moderna y a la vez tan primitiva.
Un saludo y Buena Vida