Hoy visita la Mirilla Holton Rower, un artista neoyorquino que no usa papel, ni lienzo ni pared. Un auténtico mago del color capaz de crear obras de arte inéditas simplemente vertiendo un sinfín de pinturas de colores sobre una estructura.
Desde muy temprana edad ya apuntaba maneras. Es nieto de Alexander Calder, el creador original de las esculturas móviles. Y ello unido a que trabajó con su padre en el negocio de la construcción, le sirvió para empaparse de un sinfín de estructuras y materiales. Su fascinación innata por el color hizo el resto.
En su proceso creativo, lo que hace es disponer bloques de contrachapado o diferentes paneles a su gusto y a continuación empieza a verter sobre ellos «su magia». Como resultado, una cascada de composiciones esfímeras, con cierto aire psicodélico. Una técnica muy suya a la que ha venido en llamar «tall painting».
El «tall painting»
La expresión «tall painting» viene a traducirse algo así como «pintando alto». Entendemos que hace referencia a que para lograr los efectos visuales y sensoriales de sus obras hay que «pintar desde lo alto».
La técnica es sencilla en apariencia. Litros y litros de pintura acrílica se vierten desde un punto elevado sobre las estructuras que crea previamente y la gravedad hace el resto. El lento fluir de las distintas capas de color da lugar a efectos y formas únicas e irrepetibles. Así contado, parece sencillo pero detrás hay un proceso extremadamente minucioso. Proceso que además requiere mucha paciencia, precisión y seguridad en el vertido y la selección de los colores. El azar se encarga de dar el toque de efecto final. A continuación les mostramos algunas de sus caleidoscópicas creaciones.
¿Espectaculares verdad? Aunque les diré, que si el resultado final lo es, contemplar el proceso de creación es mucho más significativo y sorprendente, sobre todo a cámara rápida. En este time lapse dirigido, producido y editado por Dave Kaufman, podrán ver un ejemplo de cómo el color cobra vida convirtiéndose en magia para nuestros sentidos.
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