¿Y si me da un ictus?

Los médicos le dicen accidente cerebrovascular. Básicamente es una interrupción del flujo sanguíneo a la cabeza, puede ser por rotura o por obstrucción del vaso sanguíneo. El tiempo que tardemos en acudir a urgencias es definitorio para salvar la vida. Dificultad para hablar claro, pérdida repentina de visión y coordinación de movimientos, desorientación de lugar y tiempo… Atender a los síntomas sospechosos puede marcar diferencias entre vivir o morir.

Y si me da un Ictus,  parece que cualquiera está en la lista

La verdad es que últimamente son muchas personas conocidas las que sufren de este problema tan grave. Hablo de amigos y amigas, de familia cercana, en su mayoría por debajo de los cincuenta, y sin enfermedades importantes.

Si es gente próxima, te sacude la noticia con una oleada de miedo indomable, pues temes por la vida de ese ser querido. Otros, los no tan habituales, de repente un día te los encuentras, con suerte bastón en mano. Y también se asusta uno, pero al verlos recuperándose satisfactoriamente el miedo se disipa, y se llena uno de esperanza.

El camino de vuelta

El camino de vuelta a la normalidad es muy duro, pero estar vivo mantiene la lucha activa. No cabe en esa batalla ceder terreno al desaliento porque cada minuto cuenta. El solo hecho de pensar en los que quedaron por el camino, aviva la llama del deseo por bregar con las secuelas del fallo vascular.

Sabe bien el ser humano que ningún camino se presenta andado. Sabe bien el ser humano que la lucha forma parte del vivir, de lo que la vida nos tiene marcado. Que la muerte acecha tras cada esquina de la vida, esa es una lección sabida. Que es  muestra de poder infinito y valentía lo que cada ser humano enfrenta cada día. Pero que si el futuro  nos depara momentos duros, que si un ictus nos quiere robar la vida, hemos de saber que antes que nosotros una legión de mujeres y hombres valientes, no se dejaron vencer por esta enfermedad asesina.  

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