Bora-Bora, un paraíso en la tierra
Sin duda Bora-Bora es unos de los paisajes más hermosos de toda la Polinesia Francesa y uno de los menos frecuentados. Quizá sea por eso por lo que conserva la transparencia de sus aguas… y de su aire…
Si existió el paraíso… debió ser muy parecido a Bora-Bora…
Situada a unos 230 kilómetros de Tahití, Bora-Bora es una isla rodeada por una laguna interior (lagoon). Abrazada por un arrecife de coral que la protege de las embestidas del océano, sus mares encierran una amplia gama de peces multicolores.
Allí sólo se puede llegar en barco desde alguna isla cercana o en avión. Aunque pudiera parecer lo contrario, posee un pequeño aeropuerto en uno de los islotes arenosos de formas caprichosas (motus), que la rodean.
Un paisaje de ensueño que alberga en sus entrañas uno de los iconos de la isla: el monte Otemanu. Una espléndida mole basáltica con picos en forma de sierra. A pesar de ello es una isla llana. Una única carretera bordea su línea de costa. Un trayecto que merece la pena recorrerse partiendo del puerto de Vaitape, la capital de la isla y descubrir los encantos escondidos que nos tiene reservados.
Y desde luego otra forma de vivir Bora-Bora es adentrándose en el corazón de la isla dejando atrás la costa. Sorprenderá entre otras cosas por los restos de armamento de la Segunda Guerra Mundial (Bora-Bora fue base de aprovisionamiento para el Pacífico Sur), que se muestran en la jungla, o los antiguos templos polinésicos (maraes) que se encuentran en su espesura, …
Y bueno, conocida la isla por dentro, no se pueden perder el descubrirla desde el Lagoon, la principal atracción de Bora-Bora. Un lugar mágico que ofrece muchas oportunidades para relajarse y desconectar contemplando las más de treinta tonalidades de azul de sus aguas transparentes desde sus peculiares casitas dentro del mar, practicar diversos deportes náuticos, o simplemente, disfrutar de la naturaleza o de sus maravillosas puestas de sol.
Y por supuesto, el más preciado de los encantos de Bora-Bora, además de su exuberante naturaleza, donde campan a sus anchas, pájaros de extraordinaria belleza de plumaje brillante y de vivos colores; su sosiego. El apacible transcurrir de sus días, llegando a afirmar quien la visitó, que en aquel lugar hasta el silencio tiene un sonido especial, único…
No me digan que no, …
Si existe paraíso en la tierra… debe ser muy parecido a Bora-Bora.
Si quieres conocer más sobre este paraíso, hazte con el clásico de Alberto Vázquez-Figueroa. Una novela a tu alcance en la que te adentrarás en la cultura de los navegantes polinesios, con los que el autor convivió en su juventud.
Consíguela en Amazon