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Corazón de cicatrices

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Que nadie diga que su corazón está intacto, porque entonces nunca ha querido. Un corazón intacto es como tener unos zapatos sin estrenar y no usarlos para que no se estropeen. Y es que a golpe de latido, se van haciendo grandes cicatrices, pequeñas heridas, alguna sin cerrar del todo, pero todas están ahí… en la memoria del corazón. Una tarde se me acabaron las palabras para consolarlo y ya no había más caramelos para endulzar los tragos amargos.

Pero lunas más tarde, todas esas heridas, cicatrices… se abrieron de nuevo, porque dejé sin querer abierta la puerta a las oportunidades.  Y de nuevo, me puse los zapatos y caminé con ellos, los usé, como si nunca se fueran a gastar. Aquella suela estaba hecha a golpe de pisotones, de tropiezos… Aprendí a caminar junto a otros zapatos, que vi que también tenían su historia escrita en ellos. Así me imaginé su corazón: lleno de heridas grandes o cicatrices pequeñas. Y nos creímos que ya teníamos un doctorado en el amor y éramos expertos de nuevo en usar el corazón…

Lo paseamos, lo enseñamos. Lo sacamos al sol, lo vestimos con mil besos y caricias, No teníamos miedo a nada, porque tenía un corazón fuerte y estudiado. ¿Qué podía pasar mal? Nada. No soy de tropezar dos veces con la misma piedra. Aprendo a golpes, pero aprendo.

Pero no fue así, una tarde tropecé con la piedra y me caí. Sin botiquín de emergencia, sin reanimación… no podía levantarme; la misma piedra había estado ahí todo el tiempo como recordatorio de las miles de posibilidades que tiene el camino. Solo escuché tu fría despedida, un último adiós con sabor a “esto acaba aquí” y esta vez me dejó sorda el sonido más aterrador que alcanzo a recordar: se me rompía el corazón…

No hubo ambulancias, ni siquiera una mano desconocida que me ayudara a levantarme. Miré alrededor: no había nadie. Ensordecida por el ruido de los mil pedazos que se cayeron dentro de mi… me levanté, me quité la tierra de las heridas, me sequé las lágrimas de la rabia y la decepción. Recogí los ventrículos, los atrios, las válvulas…, miré hacia delante y caminé… Y el camino me hizo fuerte, aprendí otra lección: que si se puede tropezar con la misma piedra dos veces y tres y todas las veces que yo decida ponerlo a prueba… y aprendí también que el corazón intacto es un corazón sin historias, sin recuerdos, sin besos y sin caricias. Aprendí que prefiero mi corazón de cicatrices que un corazón intacto.

Vicky López

(A todas esas veces que hemos maldecido la oportunidad de aprender de una nueva herida en el corazón)

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