Pintando la noche…

No fue fácil sobrevivir los apellidos detrás del candado aquel que, impasible, sentenció tu silencio tras la puerta de madera. No lo fue… ni lo es aún hoy…

Mi nada laberíntica deambula hipnótica una y otra vez en un constante subir y bajar a través de los cuadrados concéntricos de la montaña rusa que me observa de reojo, silenciosa… inerte…

Recuerdo…

Recuerdo los meses como si fueran hoy.

Recuerdo las semanas, los días, las horas, los minutos, los momentos, las sonrisas, las palabras… las estancias vacías, el olor… el calor… el silencio…

La puerta entreabierta y el olor a recién pintado no logran difuminar las zancadas de mi mente, inalcanzable a través de las sendas lilas y blancas que se desprenden de mis techos sigilosas, vigilantes, …

A lo lejos, el ruido ensordecedor de los coches.

A lo cerca, el eco mudo de un ladrido, el roce leve de algún gato, …

Sobre la mesa, un candil.

A mi lado unos ojos, una mano, otro silencio, un nombre.

En frente de mi cielo una luz incandescente que me abraza, a mí, y a esta cerveza helada que susurra en lenguajes desconocidos de antaño a mis labios.

La noche está oscuramente preciosa, radiante.

– Tienen queso y algo dulce por dentro…

– ¿Membrillo? ¿Guayaba?

– No sé…  pero están ricos…

– Pues sí… ¿Quieres otro?

– No, ahora no…

Me pierdo en el blanco de la luna.

Intento pintar mi noche…

y no encuentro el color del viento.

Un poco más de lectura sintiente ….¿Por qué sabes que es poesía?…