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Amélie Segarra y Javier Pérez: estética artística de líneas y movimientos

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Estética artística de líneas y movimientos

Entre la bailarina Amélie Segarra y el artista Javier Pérez, le dan una vuelta de tuerca a lo inverosímil. Una visión tan intensa como aterradora del arte. Una obra que engloba la música, el baile, la belleza de la expresión y el padecer de un sufrimiento consentido. La verdad es que la imagen parece una metáfora en sí, pies de bailarina como puntas de cuchillos. Ni metáfora ni nada. La muchacha se enfunda sus zapatillas propias para la danza. Pero no son unas zapatillas cualquiera, no. Adheridas a las mismas vienen unos “cuchillacos” que amedrentan al más valiente.

Y uno la ve poniéndose semejante calzado y piensa, ¿qué carajo va a hacer la chiquilla?

 

 

Amélie Segarra y Javier Pérez

Va a bailar, miren, a bailar, y me quedé boquiabierta, pero no a bailar en cualquier lado, que va, nada menos que sobre un piano. Hermoso el espectáculo que resuma estética artística de líneas y movimientos, acordes estos al devenir de unas afiladas puntas que rayan y pican la pulida superficie de la tapa de un piano de cola. Y la cosa se pone complicada. El silencio, que era sólo rasgado por el susurro del roce y el picar de las puntas, ahora es interrumpido además por el gemir del agotamiento. 

Belleza en el baile, expresión poética del dolor

Desde luego el artista Javier Pérez consiguió su propósito. Ese de reflexionar sobre la condición humana, sobre el esfuerzo y el dolor de la misma, todo ello matizado de belleza, de arte… Y dice: «Me gusta tratar con puntos de encuentro entre el espíritu y la carne, entre la pureza y la impureza, entre la belleza y el horror, entre la atracción y la repulsión. Con frecuencia uso estos movimientos de balanceo para ofrecer a los espectadores diferentes grados de apreciación de mis trabajos. Mis trabajos buscan reconciliar todos estos aspectos. Estoy interesado en revelar cuán ambiguos son estos conceptos y cuán reversibles pueden ser. La idea es confrontar a la humanidad con su propia condición. Y con ello, que todo lo que la humanidad encuentre aterrador tome un encanto irresistible. La idea es que la humanidad se sienta atraída por sus propias vísceras «.

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