La carta de una profesora harta de la desidia adolescente ante el COVID-19
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Se llama Marta Marco Alario, es docente, escritora y luchadora incansable contra el COVID-19. A los 17 años ya gano su primer premio literario, aunque reconoce que en la actualidad, los jóvenes leen muy poco. Esta mujer desempeña el cargo de jefa del departamento de Actividades Extraescolares, Jefa de Estudios y Coordinadora Covid19, en un instituto de Madrid. Hace unos días Marta publico la carta de una profesora harta de la desidia adolescente.
(Marta Marco Alario ha publicado obras como El libro de los estorninos, Heredarás esparto y otros relatos o Las flores y el yelmo, entre otras obras)
La carta de Marta Marco un tirón de orejas a los adolescentes
Sí, mi instituto es uno de los cuatro que también se han visto salpicados por este brote y la responsabilidad es única y exclusivamente de las personas que se han contagiado (alumnos del centro, muchos de ellos menores aún -pero con sobrada información de la capacidad de contagio y funcionamiento de este SARS-, y de los familiares que se lo han permitido) porque como esta coordinadora covid les dijo a cuatro de estos alumnos (dos de ellas finalmente fueron al viaje y otros dos, afortunadamente y gracias a haber suspendido la asignatura de Lengua, no): «Os vais a Mallorca en busca del coronavirus después de que durante meses, en el instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias».
Este viaje lamentable no tiene nada que ver con el instituto
Hasta donde pueda llegar mi testimonio en este rinconcillo, os contaré que este viaje lamentable no tiene nada que ver con el instituto (y puedo afirmar que con ninguno). La jefa del departamento de Actividades Extraescolares, Jefatura de Estudios y Coordinación Covid-19 no han organizado ni mucho menos autorizado (puesto que ha sido ajeno al centro) semejante estupidez con forma de contagio masivo.
No solo eso, sino que, además, la agencia de viajes que ha promovido este atropello sanitario les dio las fechas del viaje cerradas coincidiendo con los exámenes de la evaluación extraordinaria y se nos instó a que, desde la Jefatura de Estudios, enviásemos a dicha agencia un documento donde especificáramos que algunos alumnos habían suspendido para que se les pudiera devolver el dinero puesto que ya lo habían pagado (sin sospechar que podrían suspender y tener que examinarse en las fechas marcadas para ello desde la dirección del centro).
Alumnos negacionistas
Suma y sigue, esta jefa de Estudios adjunta tuvo un arduo debate con dos alumnas (una de ellas, al parecer, negacionista) porque pretendieron que el equipo directivo cambiara las fechas de los exámenes para ellos poder irse cuando la agencia imponía.
Suma otra y sigue más, esta coordinadora Covid se tuvo que tragar como un sapo de dos kilos de gordo las palabras de una alumna que cuando fue a recoger su orla y las de los compañeros/amigos que estaban en Mallorca, soltó un: «Estoy aquí por culpa vuestra porque si no llega a ser por el de Lengua yo estaría en Mallorca con los demás» y aunque me tragué el sapo, le contesté: «Si pasa algo en Mallorca tendrás que dar gracias al magnífico profesor de Lengua con quien tú sola has suspendido».
Argumento tan infantil usado de forma torticera por personas que han jugado a ser adultos viajando
Recoge la noticia que los estudiantes han dicho que no les obligaban a llevar mascarilla. ¿Perdón?, ¿en serio?, ¿a estas alturas hay que «obligar» a futuros universitarios a llevar mascarilla?, ¿hay que obligar a casi adultos a cumplir una norma mundial?, ¿a qué jugamos?, ¿vamos a dejarnos chantajear por un argumento tan infantil usado de forma torticera por personas que han jugado a ser adultos viajando a kilómetros de sus hogares para, no nos engañemos, cogerse una cogorza detrás de otra lejos de padre/madre?, ¿en qué quedamos?, ¿adultos o niños? Y voy más allá… Si no hubiera acabado el curso, ¿ahora estarían en el instituto poniendo en peligro a quienes se han desgastado protegiéndolos?
A veces pienso que el ser humano está mejor confinado. Luego pienso que la mezquindad es minoritaria y me consuelo un poco. Pero poco, porque si algo he aprendido este año, con toda la información que manejo como jefa de estudios adjunta, como coordinadora Covid y como rara avis que no entiende otra forma de vida que en sociedad, capaz de anteponer su grupo o a otro miembro de este frente a sí misma como ente individual, es que hemos vuelto a fracasar por culpa del individualismo, del egoísmo y de un egocentrismo mal gestionado.
Nueve meses en los que he visto el miedo en los ojos de mis compañeros
Han sido nueve meses en los que he visto funcionar mi centro bajo un militarizado Plan de Contingencia elaborado por una directora que jamás antes había hecho nada igual; nueve meses durante los que el profesorado ha trabajado por la mañana presencialmente y por la tarde atendiendo desde sus casas a los alumnos confinados; nueve meses en los que he visto el miedo en los ojos de mis compañeros, porque no olvidéis que los docentes somos el único colectivo (el único) que fuimos lanzado contra el coronavirus sin protección de ningún tipo; es necesario que sepáis que somos el único colectivo que hemos estudiado hasta cuatro protocolos, que sabemos usar medidores de CO2, que sabemos el plano de nuestro centro de trabajo para poder generar una ventilación cruzada que evite contagios, que hemos trabajado durante tres meses a menos de 10 grados y durante varios días a más de 28.
Otras me han mentido descaradamente ocultando el foco
Han sido nueve meses de hablar semanalmente con un técnico de sanidad para controlar la pandemia en los adolescentes y sus familias; nueve meses en los que si la mayoría de las familias contagiadas han colaborado dándome toda la información para que los rastreos fueran efectivos, otras me han mentido descaradamente ocultando el foco para intentar enviar a sus hijos al centro o acortar los días de confinamiento; nueve meses en los que los coordinadores Covid éramos los encargados de cuidar y gestionar la atención a los alumnos con síntomas compatibles.
Han sido nueve meses en los que he confinado a casi 500 alumnos, docentes, personal de limpieza y auxiliares de control para protegeros (protegeros) de los 68 positivos con los que hemos convivido en las aulas mientras no se positivaron; han sido los peores nueve meses de mi vida porque he tenido una responsabilidad que no me correspondía. Y estoy viva. Y la gente dice que lo hemos hecho muy bien. ¿Muy bien? Si lo hubiera hecho muy bien, la egoísta panda de mezquinos que se ha ido a Mallorca a hacer lo que les ha salido del nabo después de llevar nueve meses escuchando mis instrucciones y consejos, se habría quedado en su maldita casa.
Hasta aquí. Esta coordinadora Covid felicita a todos los coordinadores Covid porque han sido fundamentales en la «contención» de la pandemia y se despide del cargo, agotada y derrotada. Que después de nueve meses no reconozcan el «Carpe Diem» en Garcilaso tiene un pase… pero que se vayan al encuentro de la muerte, no.
Una reforma efectiva del sistema educativo
Sigo clamando en este desierto por una reforma efectiva del sistema educativo que nos devuelva las horas de Literatura secuestradas, de Historia y de Filosofía en la lengua en la que amamos (no a la que amamos) y que se dejen de nimiedades que conducen a crear adultos infantilizados, egoístas y flojos. Hace falta Pensamiento en una sociedad individualista que hace aguas por todas partes.
Ah, por cierto, mi EPI, sigue sin llegar.